Durante los primeros minutos tras el nacimiento, el recién nacido vive un estado de alerta, está muy despierto. Ha experimentado una de las cosas más importantes de su vida: el nacimiento. El cambio es radical: ha pasado de un medio acuático a una atmósfera con aire (que le obliga a respirar), tiene frío y hay mucha luz. Mantiene los ojos abiertos y se calma con su madre (la única que le es familiar).

Tras los primeros minutos despierto, viene un período más calmado donde fundamentalmente duerme y come. No distingue el día de la noche y demanda atención o alimento cuando lo necesita.

Los sentidos del bebé

Es el momento de los sentidos: olor, gusto, oído y tacto. En las primeras semanas de vida los tiene muy agudizados, le permiten obtener mucha información del nuevo entorno en el que se encuentra y actuar en consecuencia. El recién nacido reconoce a su madre por la voz (la ha oído durante todo el embarazo) y por el olor. Todavía queda muchísimo camino por recorrer para que el bebé hable pero la voz humana (sobretodo la de mamá) interesa mucho al bebé desde el nacimiento. Se sobresalta con los ruidos fuertes y bruscos y le encantan los sonidos suaves y rítmicos, como una nana.

En la relación madre-hijo el olfato juega un papel importante: al bebé le gusta y conoce el olor de su madre y el de la leche materna; a la madre el olor de su bebé le resulta muy agradable, le inspira ternura y, si lo amamanta, el contacto y el olor del bebé estimulan la producción de leche.

El tacto es uno de los medios de comunicación más placenteros para el recién nacido. Le encanta que lo acaricien, que le den masajes y que lo cojan en brazos. Tras el nacimiento el bebé se coloca encima del torso desnudo de su madre, en contacto «piel con piel», es el primer contacto que tiene el bebé con el mundo.

La vista tiene que madurar y aprender a enfocar pero el recién nacido ve colores muy contrastados o rostros puestos a un palmo de distancia. Lo que más le gustan son las caras y sus diferentes expresiones.

Reflejos primitivos

A pesar de que el ser humano hace las cosas porque las ha aprendido, en el recién nacido observamos reflejos primitivos o arcaicos que ayudan al bebé a adaptarse al entorno y a sobrevivir; muchos de estos reflejos se perderán con el crecimiento del lactante y otros pasarán a ser movimientos voluntarios fruto del aprendizaje.

Estos reflejos primitivos son explorados por el pediatra para observar si el desarrollo es correcto:

  • Reflejo de búsqueda: gira la cabeza y el cuerpo hacia el lado donde se le toca. Es una habilidad que le permite encontrar el pezón cuando le roza la mejilla y poder, así, alimentarse.
  • Reflejo del moro: si se le hace la acción de hacerlo caer hacia atrás, el recién nacido abre los brazos y las piernas y estira la cabeza hacia atrás para volverlos a cerrar como si diera un abrazo. Puede hacer lo mismo si oye un ruido fuerte.
  • Reflejo de succión: el recién nacido succiona todo lo que se le pone en la boca. Es un acto fundamental para la alimentación.
  • Reflejo de la triple retracción: al tocar la planta del pie, flexiona el pie sobre la pierna y la pierna sobre el muslo.
  • Reflejo palmo-plantar: cuando se hace una ligera presión sobre las palmas o las plantas estas se cierran.
  • Reflejo de marcha: al sostener al bebé por las axilas y poner sus pies sobre una superficie plana mueve un pie tras otro como si quisiera caminar.
  • Reflejo de extensión cruzada: cuando se sujeta el pie la otra pierna se flexiona y se estira y se cruza como si quisiera alejar la mano que inmoviliza el otro pie.
  • Reflejo de Galant o de incurvación del tronco: el bebé evita mediante el arqueo de su cuerpo los roces laterales que le hacemos con su espalda.
  • Reflejo tónico del cuello o del «espadachín»: cuando el bebé gira la cabeza para un lado estira el brazo de ese mismo lado y dobla el lado opuesto.
Lo que debes saber…
  • El bebé al nacer vive un cambio radical: pasa de un medio acuático a una atmósfera con aire.
  • En las primeras semanas de vida el bebé tiene los sentidos muy agudizados para aprender.
  • El recién nacido tiene unos reflejos primitivos que ayudan al bebé a adaptarse al entorno pero se perderán con el crecimiento del lactante.