Los abuelos, un apoyo incondicional

La influencia de los abuelos en el desarrollo de la personalidad de los niños y los adolescentes siempre ha tenido gran importancia. El papel del abuelo y la abuela tradicionalmente ha sido la de dar amor, ejemplo, protección y experiencia en las diversas facetas de la vida de la persona que se está formando.

Sin embargo, en lo últimos años y a causa fundamentalmente de la mala conciliación de la vida laboral con la vida familiar de los progenitores, por el precio de algunos servicios a la infancia y por una mejor calidad de vida y nivel de salud de las personas ancianas, con una frecuencia progresivamente mayor se ha necesitado que los abuelos ejerzan un rol social de cuidador de los nietos mientras los padres están trabajando. La frecuencia de «abuelos/as canguro» es alta en las ciudades que llega incluso a más de la mitad de los ancianos en algunos barrios o estratos sociales.

Función de cuidar a los nietos, ¿voluntaria y ocasional u obligatoria y permanente?

Esta función ha llegado a convertirse en algunos casos de voluntaria a obligatoria y de ocasional a permanente, llegando a ocupar gran parte de la jornada de las personas ancianas en esta situación. Así, se ha acuñado el término de «abuelo/a canguro» o de «abuelo/a esclavo/a», ejerciendo como niñeros a la fuerza. Los abuelos en esta situación deben acompañar e ir a recoger a sus nietos al colegio y a las actividades extraescolares y fiestas, durante parte de las vacaciones, cuando tienen alguna enfermedad banal, alimentarles, lavarles, acompañarles en los deberes de colegio, incluso acunarles, substituyendo gran parte del rol de los padres durante las jornadas laborales.

En un principio, la asistencia de la personas jubilada a sus descendientes es generalmente voluntaria y ocasional y produce un sentimiento positivo de utilidad a los abuelos, de mayor integración familiar y mayor autoestima. Sin embargo, a menudo que pasa el tiempo va generándose la necesidad y la costumbre, pasando a ser una «obligación» no remunerada, no deseada y no retribuida. Por ello, muchos ancianos en esta situación sienten que son explotados por sus descendientes, aunque no saben cómo atajar esta situación, cronificándose y afectando a la salud psicológica e incluso física del anciano.

Desgaste

El desgaste físico y psicológico de la persona anciana con menor resistencia debido a su edad se suma a una responsabilidad sobre los niños, que muchos ancianos no pueden o no deben asumir. Así, la interacción entre lo que el abuelo o abuela desea hacer y lo que puede hacer (por las circunstancias de la edad o de enfermedades más o menos importantes) va causando a la persona anciana un estrés, ansiedad y agotamiento que llegará a afectar negativamente a su salud emocional y física. Los estudios de estas personas ancianas han evidenciado que enfermedades como la Diabetes, la Hipertensión Arterial, el síndrome depresivo y el insomnio son más frecuentes en ancianos que cuidan de sus nietos que en aquellos que no lo hacen con regularidad.

Relación intergeneracional

Por otra parte, la relación entre los progenitores de los niños cuidados por sus abuelos y éstos últimos, puede originar tensiones generacionales y situaciones de celos y conflictos: los propios padres no se sienten satisfechos con el ejercicio de su rol, y sienten que están distanciados de sus propios hijos en favor de los abuelos, lo que crea insatisfacción. De igual modo, la filosofía vital de los abuelos y el modo de ejercer la autoridad puede diferir del estilo que los padres desearían, añadiendo conflicto a la situación. Así, al sentimiento de agradecimiento por la ayuda de los padres a sus progenitores, puede sumarse una contradictoria sensación de intromisión, desembocando en una tensión familiar no deseada por ninguna de las partes.

Recomendaciones

Por ello, ante la necesidad o el deseo de que los niños sean cuidados por los abuelos de modo intermitente, se deberá tener en cuenta:

  • Si el deseo de la persona anciana es el de cuidar de los nietos, y hasta qué punto es deseable: poder acordar una agenda con días y horarios.
  • Respetar la vida propia de los abuelos, sus costumbres y relaciones sociales, sin obligarles a realizar largas jornadas.
  • Buscar un reparto de responsabilidades y tareas a realizar, sin que la persona anciana pueda sentirse obligada a aquello que no desea.
  • Tener presente que los abuelos pueden colaborar a la educación de los niños, pero no deben sustituir la función de los padres.
  • La necesidad de las personas ancianas de sentirse queridos y respetados a través del agradecimiento sincero y de ser tenidos en cuenta para actividades familiares o lúdicas en familia, distintas de sus obligaciones adquiridas.

De este modo, puede llegarse a una relación ideal entre las tres generaciones de equilibrio, respeto y cariño que redundará en beneficios para todas las partes intervinientes.

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