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La complicación más preocupante de la depresión es el suicidio. Otras complicaciones abarcan la disminución del desempeño del trabajo y el deterioro de las relaciones sociales.

Además, se sabe que la depresión complica la evolución de las enfermedades médicas del anciano; interfiere en la rehabilitación de enfermedades incapacitantes como el ictus y se traduce en una mayor mortalidad por cualquier causa en quien lo padece.

Síntomas

  • Menor soporte social del anciano deprimido.
  • Peor estado nutricional por pérdida del apetito.
  • Posibles efectos de la depresión sobre el sistema inmunitario.
  • Pérdida de motivación para el cuidado personal.

El suicidio ocurre con el doble de frecuencia en los ancianos que en la población general y el 80% de los ancianos mayores de 74 años que se suicidan sufren de un síndrome depresivo. La depresión mayor y el abuso de sustancias ocupan los primeros lugares de causas de suicidio en esta franja etaria. Aunque la ideación suicida disminuye con la edad, cuando está presente es un factor de riesgo.

La epidemiología de la conducta suicida en los ancianos puede describirse bajo los términos de idea suicida, intento de suicidio y suicidio. La prevalencia de desesperanza o de pensamiento suicida en los ancianos varía desde el 0,7% hasta el 17%. Existe una estrecha asociación entre el suicidio y la patología psiquiátrica, particularmente la depresión. La prevalencia de pensamientos suicidas en los ancianos con enfermedades mentales asciende al 4%.

Datos de suicido en ancianos

Las tasas de suicidio en los ancianos varían entre las culturas, aunque información de la Organización Mundial de la Salud revela el aumento de la prevalencia con la edad. En el caso de los hombres, la tasa asciende del 19,2 por cada 100.000 habitantes entre los 15 y 24 años al 55,7 por cada 100.000 habitantes entre los mayores de 75 años. En las mujeres, los valores correspondientes ascienden a 5,6 por cada 100.000 y a 18,9 por cada 100.000, respectivamente.

Factores de riesgo

  • abuso de alcohol y otras substancias.
  • síntomas psicóticos.
  • ansiedad importante.
  • historia familiar o personal de intentos de suicidio.
  • exposición a acontecimientos estresantes en las semanas previas al suceso.
  • falta de apoyo y aislamiento social; en especial individuos que viven solos (solteros, viudos o divorciados).
  • ciertos trastornos físicos, en especial deterioro visual, enfermedades malignas y neurológicas.

La detección del pensamiento suicida es oportuna en personas con patologías depresivas, intentos suicidas previos, enfermedades físicas o aisladas socialmente. Los mayores no suelen referir sus pensamientos suicidas, e incluso pueden estar presentes en individuos con escasos síntomas depresivos. Por lo tanto, los profesionales de la salud deben estar entrenados para detectarlos.

El suicidio en el anciano es un fenómeno complejo y multifactorial. Los programas de búsqueda activa, prevención y tratamiento deben centrarse en esta población debido al mayor riesgo de suicidio, sobre todo en aquellos que presenten factores de riesgo adicionales.