¿Cómo sabemos si nos estamos pasando?, ¿Cómo calmar nuestra ansiedad de prevenir un catarro versus sobre abrigar al niño?

LO QUE DEBES SABER…
  • Los niños sienten el frío y el calor igual que los adultos, pero son más activos y se mueven más, lo que les permite entrar más rápido en calor.
  • La excepción son los bebés hasta tres meses, a los que conviene abrigar con una capa más de ropa que la que lleva un adulto.
  • Una manera de valorar si el niño o bebé está bien es tocarle la parte baja del cuello o la frente. Si están demasiado calientes o incluso húmedos, es que quizás, nos estamos pasando.

 

¿Los niños sienten más frío que los adultos?

La respuesta es evidente: no. De hecho, sucede todo lo contrario, y a las pruebas me remito. Los niños parece que no tengan frío nunca, son más activos, se mueven más y eso les permite entrar en calor más rápidamente.

 

Cuando los bebés van en el cochecito, muchos papás añaden la manta o el saco polar para dar un paseo. Hay que tener en cuenta esta capa extra a la hora de vestir al bebé para valorar su confort. En los niños mayores que no van en cochecito, se trata de utilizar el sentido común: si yo, como adulto, tengo calor con un anorak y un jersey de lana, mi hijo también. Debemos asumir que sienten el frío y el calor con la misma intensidad que nosotros.

 

La excepción: los menores de tres meses

Los neonatos, al ser inmaduros, no son capaces de regular bien su temperatura, casi no se mueven y debemos abrigarlos siempre correctamente: la norma no escrita es “ponerles una capa más de ropa de la que lleva un adulto a esa temperatura”. A partir de los tres meses, los bebés ya tienen más grasa corporal y mantienen mejor la temperatura.

 

Por qué hay más catarros en invierno

Hagamos una revisión científica del frío y sus consecuencias. Las bajas temperaturas del invierno dificultan el movimiento de los cilios del aparato respiratorio, cuya función es atrapar y expulsar a los gérmenes. Este fenómeno facilita que los gérmenes se queden y provoquen infecciones del aparato respiratorio como resfriados, bronquiolitis, o neumonías.

 

Zonas vulnerables al frío

Hay partes de nuestro cuerpo que son más delicadas y sensibles al frío como los oídos, la parte alta del tórax, las manos y los pies. Por ejemplo, en zonas muy frías, las bajas temperaturas pueden lesionar la grasa de las manos produciendo sabañones. Además, el viento frío, puede perjudicar seriamente al oído medio y ser causa de otitis.

 

¿Y si lo abrigo en exceso?

Pues pasará lo inevitable: el niño se sentirá incómodo y sudará. El sudor se quedará en la ropa y, al ser un líquido en contacto con las temperaturas bajas, se enfriará. Esta sucesión de acontecimientos puede hacer pasar más frío al niño por llevar la ropa mojada.

Una manera de valorar si el niño o bebé está bien es tocarle la parte baja del cuello o la frente. Si están demasiado calientes o incluso húmedos, es que quizás, nos estamos pasando. El calor, además, genera incomodidad para el niño, pudiendo manifestar irritabilidad o malestar con el llanto.

 

Abrigar por capas: la opción ideal

Un truco para aislar mejor del frío y controlar también el grado de abrigo en función de la actividad que haga el niño, es abrigarlo por capas.

Utilizar, además, para los momentos más fríos un gorro, guantes, bufanda y orejeras.

Las burbujas de plástico en los cochecitos deben ser usadas con precaución, es decir, solo si el día es lluvioso o ventoso. Su uso prolongado puede crear un “efecto invernadero” en el interior del cochecito, aumentando la temperatura y disminuyendo la cantidad de oxígeno.

 

Cuidado con abrigar en exceso por la noche

Si tenemos un sistema de calefacción adecuado, no es necesario sobre abrigar al niño por la noche. Se recomienda que la habitación de los lactantes esté entre 22-24ºC, nunca a una temperatura superior, ya que es un factor de riesgo para la muerte súbita del lactante.  Tampoco es aconsejable usar colchas o edredones en menores de 3 años, mejor un pijama saco y una temperatura ambiente confortable.