La lepra, también llamada enfermedad de Hansen en honor al médico noruego Gerhard Armauer Hansen, que descubrió el agente causante de la enfermedad en 1874, es una infección crónica causada por la bacteria Mycobacterium leprae, y que, pese a ser una enfermedad tratable, ha sido durante siglos una patología estigmatizada por la sociedad.

Historia de la enfermedad

La lepra es una enfermedad que se conoce desde la antigüedad y la primera referencia escrita que existe de la misma data de unos textos indios de alrededor del año 2000 a.C. Durante muchos siglos, por ignorancia y miedo al contagio, se condenaba a los afectados por la lepra a vivir aislados en comunas (leproserías). Hoy en día la lepra está erradicada en la gran mayoría de países del mundo, pero existen todavía focos de persistencia de la enfermedad en la India, Indonesia, Filipinas, Brasil, Madagascar, Mozambique, Tanzania o la República Democrática del Congo. Hace unos veinte años aproximadamente la Organización Mundial de la Salud (OMS) se marcó el objetivo de reducir al máximo la prevalencia de la enfermedad, instalando programas de detección en los países endémicos y facilitando a los pacientes el acceso gratuito al tratamiento. Gracias a estas campañas en 20 años se ha conseguido curar a alrededor de 14 millones de personas y se ha reducido la prevalencia mundial de la enfermedad en un 90%, contabilizando 181.940 casos en todo el mundo en el año 2011. Gracias a las campañas de la OMS la lepra se ha logrado erradicar en 119 de los 122 países donde todavía era una enfermedad endémica y un grave problema de salud comunitario.

¿Cómo se produce?

La lepra, como se ha expuesto al principio del texto, está causada por el Mycobacterium leprae, una bacteria que se transmite de un paciente infectado a una persona sana mediante las gotitas microscópicas de saliva (gotas de Flügge) que se emiten al hablar o al estornudar, así como con las secreciones nasales. Recientemente, en el 2008, se aisló otra bacteria, el Mycobacterium lepromatosis, que también es capaz de causar esta enfermedad en una forma grave y que se halla básicamente en México y la zona del Caribe. Pese al estigma del contacto con estos pacientes por el riesgo de contagio, el 95% de las personas que han estado en contacto con una persona con lepra no desarrollan la enfermedad. Para empezar el contagio requiere un contacto repetido y cercano con la persona infectada y, en segundo lugar, la mayoría de personas tienen un sistema inmunológico capaz de hacer frente a la bacteria si se contagian. La bacteria causante se reproduce lentamente, de manera que tras el contagio la media de aparición de los síntomas es de entre 5 y 7 años, y la exuberancia de los síntomas dependerá del sistema inmunológico del paciente. A pesar de que puede afectar a cualquier edad es más frecuente que se dé entre los 20 y los 30 años, afectando por igual a hombres y a mujeres en su forma leve, pero con predominio por los varones en su forma grave.

Síntomas

Solamente un 5% de las personas que se contagian de la lepra desarrollan la enfermedad y en estas se puede manifestar de dos formas, la lepra tuberculoide, que es la forma leve, o la lepra lepromatosa, que es la más conocida y la más grave.

  • En la lepra tuberculoide los pacientes presentan unas lesiones cutáneas blancuzcas, sobre todo a nivel de las extremidades, aplanadas y que con frecuencia presentan una disminución de la sensibilidad por la afectación de los nervios periféricos causada por la micobacteria. En general no suelen darse las malformaciones propias de la forma grave de la enfermedad.
  • La lepra lepromatosa, la forma más habitual en el imaginario colectivo, se caracteriza por la presencia de unos nódulos cutáneos de diferentes tamaños y formas, abultados, que inicialmente pueden ser dolorosos pero en los cuales más adelante se pierde la sensibilidad por la afectación del sistema nervioso periférico, haciendo que en esta zonas los pacientes sean insensibles al dolor, la temperatura o la presión.

No se afecta el sistema nervioso central, es decir, el cerebro y la médula espinal, solamente la sensibilidad de los nervios periféricos. Dicha pérdida de sensibilidad hace que con frecuencia los pacientes sufran lesiones de las que no son conscientes que pueden llevar a la destrucción del tejido y requerir la amputación de miembros. La misma alteración de los nervios compromete la inervación muscular, de manera que estos sufren una atrofia que puede causar deformidades, como los dedos en garra o los pies caídos. El Mycobacterium leprae también afecta a otras partes del cuerpo, como los cartílagos nasales y auriculares, causando deformidades características de la lepra lepromatosa, lo que se conoce como facies leonina o cara de león. Asimismo, se da una caída del vello corporal, perdiendo las cejas y las pestañas. Las úlceras plantares y de la mucosa nasal también pueden acarrear malformaciones importantes. Los ojos también pueden verse afectados por esta infección, pudiendo provocar ceguera. Por otro lado, la afectación testicular es causa de impotencia e infertilidad al disminuir tanto los niveles de testosterona como la producción de espermatozoides. Como con otras muchas enfermedades infecciosas, en la lepra lepromatosa se desencadena una reacción inmunológica que puede causar fiebre, dolores articulares e inflamación de varias cadenas de ganglios.

Diagnóstico

El diagnóstico de la lepra será básicamente clínico, con la observación de las lesiones características y la existencia de un posible contacto con alguien afectado por la enfermedad. El diagnóstico de certeza se realizará mediante la observación al microscopio de una muestra de tejido afectado obtenida bien por biopsia, bien por raspado de las lesiones cutáneas. Las analíticas de sangre y los cultivos bacterianos no son útiles para la detección de esta enfermedad, con lo que no se llevan a cabo. Existe una prueba cutánea reactiva que permite diferenciar la forma de lepra que padece el paciente. Se inocula una pequeña cantidad de micobacterias atenuadas a nivel subcutáneo y se observa si hay reacción. En la forma tuberculosa, en la cual el sistema inmunológico crea anticuerpos contra el Mycobacterium leprae, se dará una reacción cutánea, mientras que en la forma grave, la lepromatosa, no se apreciará ningún tipo de reacción, dado que el organismo no es capaz de crear anticuerpos de defensa contra la bacteria causante de la enfermedad.

Tratamiento

Pese a la creencia habitual la lepra es una enfermedad fácilmente tratable mediante el uso de antibióticos. El tratamiento precoz de la enfermedad puede prevenir y corregir la mayoría de las deformidades que provoca esta enfermedad. Sin tratamiento durante mucho tiempo, en la década de los cuarenta se desarrolló la dapsona, un antibiótico que dio muy buenos resultados para el tratamiento de la lepra. Más adelante, a mediados de los años 60, se descubrieron otros antibióticos también útiles para el tratamiento de esta enfermedad, como la rifampicina o la clofazimina. Inicialmente se daba un solo antibiótico, en general dapsona, pero al comenzar a aparecer casos de resistencia a la misma se instauró el tratamiento combinado de tres antibióticos y hasta el momento no se han detectado resistencias a la terapia antibiótica combinada. Otras opciones terapéuticas son la claritromicina, las quinolonas o la minociclina. El tratamiento antibiótico debe realizarse durante largo tiempo, pues la micobacteria es difícil de erradicar a causa de su lento ciclo de reproducción, de manera que la medicación debe tomarse entre seis meses y años, en ocasiones siendo necesario el tratamiento de por vida. Los síntomas generales causados por la reacción inflamatoria se pueden tratar mediante antiinflamatorios no esteroideos (AINE), corticoides o inmunosupresores.

Medidas preventivas

La principal medida preventiva es evitar la exposición continuada y cercana con pacientes afectados por la lepra. Con todo, el aislamiento de estos pacientes no está justificado médicamente, dado que solamente la forma lepromatosa es contagiosa y pese a todo es difícil el contagio a personas sanas e inmunocompetentes.

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LO QUE DEBES SABER…
  • La lepra o enfermedad de Hansen es causada por una bacteria que afecta a la piel y los nervios periféricos.
  • Se puede manifestar como lepra tuberculoide (forma leve) o como lepra lepromatosa (forma grave y más conocida).
  • Puede afectar a los cartílagos nasales y auriculares, causando deformidades en la cara conocidas como facies leonina.