Esta modalidad de la navegación a vela es la envidiada por el regatista: tripular barcos más cómodos y capaces, sin prisas, por el mero hecho de disfrutar con cada milla recorrida.

Pero ojo!, no nos confundamos…, no se trata esta de una navegación «de segunda división»! Ni mucho menos! A menudo, en esta disciplina es donde encontramos a los mejores marinos: tripulantes vocacionales, con gran experiencia marinera, lo que conlleva toda suerte de soluciones a cada problema surgido a bordo.

La «vela de crucero» es la envidiada por el regatista; navegar por placer, gustando de optimizar la velocidad de la nave pero no por tener prisa sino por el arte y la satisfacción del dominio de este deporte. Llevado al extremo está la «travesía», en la que el crucero dedica días (o meses, o años…) en realizar viajes de puerto en puerto, aunando ocio con buenas dosis de aventura, y con la gran satisfacción de lograr el objetivo.

Se tratan, estos, de barcos más pesados y voluminosos, con mayor capacidad en los tanques de combustible o de agua dulce, con menos número de m2 de velamen, con mayor número de comodidades para el tripulante, por tanto.

Cruceros de día

La mayoría de las veces se trata esta de una navegación «de día», disfrutando de una jornada de buen tiempo en la Mar. Sin embargo, no debemos despistarnos y tomarlo a la ligera. Antes al contrario, debemos prepararnos correctamente pues es éste un entorno muy cambiante y en el que uno se puede llevar una desagradable sorpresa fácilmente, si no se preparara convenientemente.

Un vistazo previo al parte meteorológico, un buen rato preparando la nave, una buena tripulación que nos complemente, suficiente agua y comida (resulta sorprendente el apetito que tanto la Mar como la Montaña desatan…!), un chequeo a la radio VHF a bordo…, y ya estamos preparados para navegar.

En la primera milla navegada ya podremos predecir el grado de «marinería» de esa embarcación: dependiendo del rumbo elegido, del velamen izado y de su «trimado» (orientación óptima de una vela al viento, según el rumbo del barco).

Como norma general, pese a que fuera un día sin pretensiones, conviene navegar hacia «barlovento», es decir, navegar «de bolina» o «de ceñida» en contra del viento. Es éste un rumbo excitante y divertido, en el que la embarcación se inclina («escora») y nos sorprende con su potencia y capacidad. Pero es también exigente (tanto para el barco como para el tripulante) y, en vientos fuertes, agotador. En todo caso, es la mejor opción para iniciar la singladura por razones obvias: en caso de rotura o imprevisto en la tripulación o en la propia nave, tendremos el viento a favor para volver fácil y rápidamente.

Tras habernos rodado en estas millas «de ceñida», podremos ya «arribar» el rumbo y navegar «de aleta» o «de popa», en el rumbo de vuelta a casa. En esta ocasión, si la tripulación es suficiente, tanto en número como en destreza, tendremos la ocasión de «izar» el «spínnaker» (o vela balón), para poner a prueba nuestra destreza en el manejo de la vela más complicada en los veleros.

Travesías, navegación a grandes distancias

Llegará un momento (más pronto que tarde…) en que un crucerista avezado considerará inevitablemente dar el paso a la «travesía»: una navegación de crucero pero ya de grandes distancias, acumulando días en la Mar. Es la oportunidad de conocer otros puertos, otros Mares, incluso. Pero, sobre todo, es la oportunidad de experimentar la navegación auténtica, acumulando millas y horas en la Mar. Y, qué duda cabe, tiene también mucho de explorar las capacidades de uno para dominar la embarcación y llevarla a buen puerto, nunca mejor dicho.

Hablamos ya de empresas mayores, por tanto, en las que cuanto más preparados estemos y más experimentados seamos, más disfrutaremos y más rendimiento obtendremos de la propia travesía. Como bien dice el dicho… «cuanto más loca es la aventura, más cuerdo ha de ser el aventurero!».

Por tanto, será inexcusable conocer el barco, tenerlo revisado y a punto, conocer el parte meteorológico y su evolución, prever correctamente todo el apartado de «seguridad en la Mar» (bengalas, balsa salvavidas, etc.), a punto la radio VHF, la ropa de agua y la linterna, etc. Aparte de los conocimientos técnicos de navegación, de cómo uno se maneje en estas lides dependerá en buena parte su pericia como buen marinero.

El «mal de Mar»

Ya fuera de una u otra manera, en ambas modalidades está presente el temido «mareo». Es una situación desagradable donde las haya, capaz de arruinar la travesía del marinero más avezado (como dato, diré que un 15% de los regatistas de la Volvo Ocean Race se marean en cada etapa).

Técnicamente, resulta de la estimulación vertiginosa del laberinto ótico. Pero lo más importante a saber es que no depende realmente de uno mismo. Es algo que ocurre y que su único tratamiento definitivo es…, la práctica; y aún y todo, si las condiciones fueran suficientemente duras, toda la tripulación acabaría por marearse.

La mejor manera de evitar esta desagradable situación pasa no tanto por su tratamiento, como por una correcta prevención de la misma. De hecho, se considera que si el tripulante está mareado, ya es tarde para su tratamiento.

Por tanto, conviene que repasemos esas medidas preventivas, que las hay y son muy eficaces, tanto para atenuar el mareo en frecuencia como en su intensidad:

  • La travesía comienza en realidad ya el día antes, al menos: es muy importante asegurar un correcto descanso en la noche anterior. Si partimos ya cansados tendremos muchas más probabilidades de marearnos.
  • El alcohol es el gran aliado del «Mal de Mar». Por tanto, de la mano del punto anterior, «salir de copas» la noche antes o durante la travesía nos pondrán en alto riesgo.
  • Igualmente, las comidas copiosas y de alimentos picantes o especiados contribuyen de manera negativa al problema. Por tanto, de estos tres puntos se deduce que «salir la noche anterior a cenar en un mexicano y tomar después unas copas…», no es muy buena idea, si queremos evitar el mareo. Este es un aspecto también muy presente en la vela profesional, donde los grandes regatistas tienen muy presente lo importante de cuidarse cada día pero, especialmente, ese día anterior a la regata.
  • La conocida «biodramina» es un buen aliado contra el mareo, con la única salvedad de conocer cómo funciona el medicamento para asegurar su efectividad: habrá de tomarse una pastilla al menos 30`antes de embarcar. De aquí fácilmente se deduce que, si ya mareados, la pastilla no nos ayudará en modo alguno.
  • En todo caso, los fármacos son sólo una ayuda. Tan importantes como ellos, o quizá más, es la actitud del tripulante y su actividad a bordo: resulta fundamental una actitud positiva y confiada, y la ocupación de tareas concretas y sencillas durante la navegación.
  • Por último, existen situaciones «gatillo» que el susceptible de marearse debe evitar a toda costa: los olores del combustible o sus gases, los olores de algunas comidas, tareas que exigieran de atención a corta distancia (como leer o escribir), abusar del tiempo bajo cubierta perdiendo la posibilidad de tener referencias visuales lejanas, etc., y una alta variedad de situaciones particulares según la persona, todas estas pueden arruinar fácilmente la travesía. Por tanto, obviamente serán éstas situaciones a evitar en lo posible.

Ciertamente, en más de una ocasión (y en más de muchas…) he visto cómo el «Mal de Mar» ha vencido fácilmente al más dispuesto y entusiasta de la tripulación, pero lo cierto es que la única manera de vencerlo es…, volviendo a navegar!!

Otros tipos de vela

Atendiendo a la vela moderna, existen dos tipos fundamentales de navegación a vela: el «crucero» y la «regata», obviamente en base a si navegamos por placer, «travesía» de un sitio a otro, o si competimos por realizar un determinado recorrido alrededor de boyas o de un puerto a otro.

Vela de regata

La «vela de regata» es la admirada por todos los demás; resulta un placer, sin duda, pero prima, en todo caso, el objetivo de competir y demostrar una destreza en el manejo de la embarcación y en la interpretación de lo invisible, el viento.

A esta categoría pertenecen, obviamente, barcos más extremos, afilados, agresivos en sus líneas, con apenas concesiones a las comodidades, depósitos de combustible y agua mínimos, y velamen al máximo de lo permitido, pues el objetivo es claro: navegar lo más rápido posible.

VOR

Dentro de esta «vela de regata» existe una modalidad muy particular: la «Volvo Ocean Race». Para muchos, simplemente «la regata!». Una competición simple en sus instrucciones: dar la vuelta al Mundo, dejando los grandes cabos de los Mares del Sur por el costado izquierdo del barco («la banda de babor»); es decir, enfrentándose, por tanto, a los océanos y mares más temibles y exigentes del planeta; y no vale con navegarlos, no!, has de hacerlo más rápido que tus rivales.

La VOR es una regata extrema. Nació como aventura pero en muy pocos años se ha convertido en una navegación al límite, tanto del barco como de sus tripulantes. Comodidades nulas!, los barcos resultan muy exigentes en su manejo y sus tripulaciones han de dominar muchos y complicados factores para ser los primeros: navegación, meteorología, entrenamiento físico, entrenamiento mental, alimentación, hidratación…

En la actualidad, la VOR se ha convertido en la regata referencia de la vela moderna, junto con la «Copa America de Vela». La una en vela oceánica, la otra en vela alrededor de boyas, lo cierto es que son ambos eventos de repercusión sobresaliente, en buen grado en España, en grado máximo en países como Nueva Zelanda, Francia o EE.UU.