El ritmo y el cambio en los roles de la vida diaria han generado una serie de modificaciones en nuestros hábitos diarios de alimentación.
Con la incorporación de la mujer al trabajo y la falta de tiempo cada vez es más frecuente que la gente coma fuera de casa.
En la alimentación es necesario conservar el equilibrio que suministre en su justa medida las sustancias que necesitamos para nuestra vida diaria. Y sobre todo para quienes comen fuera de casa, es vital que aprendan a nutrirse adecuadamente.
La forma en que comemos fuera puede ofrecer alternativas muy diversas:
- Fast-food (“comida rápida” o “comida basura”), esta dieta suele incluir muchas grasas de origen animal (que favorecen la aparición de altos niveles de colesterol), pocas verduras y legumbres (cuando éstas son altamente recomendadas en la prevención del cáncer), demasiada sal (que a medio plazo aporta un alto riesgo de hipertensión), pocas o ninguna vitamina, y unas proteínas e hidratos de carbono sin muchas cualidades nutricionales (lo que implica un desequilibrio energético y de los nutrientes necesarios).
- La “dieta de fiambrera” traída de casa significa, al menos, cocina casera. Hay que tener un especial cuidado, en este caso, de reservar siempre espacio para verduras y fruta fresca, que mantengan las vitaminas y propiedades nutricionales que en muchos casos pierde la comida caliente (sobre todo con el paso de las horas).
En cuanto a los restaurantes o los menús de los comedores de empresa, depende de nosotros la correcta elección de los platos a elegir, que diariamente conformarán nuestra dieta. Cuando se coma fuera de casa, se deberían mantener siempre la mayor variabilidad posible en los platos y comidas.
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