Entendemos por vergüenza ajena la vivencia de pudor, incomodidad o rechazo que sentimos en primera persona, ante la acción de una tercera persona que nos parece embarazosa, ridícula o patética.

Es una emoción secundaria, puesto que es el resultado de una conjunción de emociones primarias que se da en un contexto social. Detrás de las emociones secundarias existe un importante factor de aprendizaje y socialización.

¿Por qué ocurre?

La vergüenza ajena está fundamentada en la empatía, que es una capacidad propia de la inteligencia social que consiste en ponerse en el lugar del otro o sentir lo que creemos que puede sentir el otro. A más capacidad de empatía, más posibilidades hay de sentir vergüenza ajena.

La neurociencia cognitiva ha demostrado que se activan las mismas áreas cerebrales cuando se siente vergüenza ajena y empatía o complicidad: la corteza insular y el córtex cingulado anterior. Estas estructuras cerebrales están relacionadas con los sentimientos viscerales y la percepción de alerta respectivamente.

Así pues, la vergüenza ajena es una emoción paradójica, ya que por un lado te acercas a lo que siente el otro hasta el punto de vivirlo en tu propia piel, pero por otro lado te aleja emocionalmente del otro, ya que te produce rechazo.

Es subjetiva y se basa en la experiencia social

La vergüenza ajena es una emoción social y está relacionada con las normas, la educación o códigos culturales. Lo que se sale de lo normativo, genera vergüenza ajena.

Cada sociedad establece sus propios límites de lo que es o no admisible, así que lo que nos hace sentir vergüenza ajena cambiará también genéricamente en las diferentes sociedades.

Por otro lado, el sentimiento de vergüenza ajena está muy condicionado por nuestra propia subjetividad, y lo que a una persona le avergüenza, puede que a otra no. Esta percepción subjetiva está basada fundamentalmente en:

  • Las experiencias previas que hemos tenido.
  • Nuestras propias creencias personales.

Es importante señalar aquí que sentir vergüenza ajena no necesariamente significa que la otra persona esté realmente haciendo algo irrisorio. Por ejemplo, cometer un error no significa hacer el ridículo.

La vergüenza ajena también puede ser modulada por otras variables. Es más probable sentirla cuanto más cercanos nos sintamos emocionalmente de la persona que comete la acción. Cuando un familiar o amigo se pone en evidencia, aumenta la vergüenza ajena, sobre todo cuando se teme cómo afectará a la propia imagen respecto a otras personas presentes. También respondemos diferente si percibimos el bochorno en el protagonista de la acción o no.

¿Cómo enfocarla?

  • Entiende qué es concretamente lo que te avergüenza de la conducta ajena y qué puedes aprender de ello.
  • No dejes que te condicione, sé auténtico. Si sientes a menudo vergüenza ajena puede ocurrir que dejes de hacer o de decir muchas cosas por miedo al ridículo.
  • Comprende, no te quedes en la superficie. En ocasiones se hacen juicios de valor con poca información. Intenta entender qué ha llevado a esa persona a actuar así o qué la puede haber condicionado. Quizá no estás comprendiendo el global de la situación.
  • Entrena tu sentido del humor, no la ironía crítica o conductas de rechazo.

 

Lo que debes saber…

  • La vergüenza ajena es una emoción paradójica, ya que por un lado te acercas a lo que siente el otro hasta el punto de vivirlo en tu propia piel, pero por otro lado te aleja emocionalmente del otro, ya que te produce rechazo.
  • Al sentirla, la persona saca como conclusión cómo no tiene que actuar, diferenciándose así de la actitud o conducta que ha visto. Puede ser pues, como una guía que dirija nuestras decisiones internas en el futuro.
  • No hemos de dejar que nos condicione, y ser auténticos. Si sentimos a menudo vergüenza ajena puede ocurrir que dejemos de hacer o de decir muchas cosas por miedo al ridículo. Si esto te condiciona en tu día a día puedes acudir a un especialista en psicología, el cual te puede ayudar a sobrellevar este sentimiento.