Crisis de ausencia, ¿cuándo se produce?

Resumen del contenido
Licenciada en Medicina y Cirugía, por la Facultad de Medicina de la Universidad de Murcia. Especialista en Reumatología. Doctorado en Psicopatología y Psicología social. Actualmente (desde 2002) es Médico consultor del departamento de Segunda Opinión Médica, en Teladoc Health. Médico colaborador con grupo de Traumatología, especialista en Reumatología, en la Clínica Teknon de Barcelona (desde 2010). Y Médico Colaborador Especialista en Reumatología en el Instituto Poal de Reumatología desde 1990.
Nuestras neuronas se comunican entre sí mediante señales eléctricas y químicas. Durante las crisis de ausencia se produce una actividad eléctrica anormal e hiperactiva en el cerebro.
También conocidas como “petit mal”, forman parte de las convulsiones epilépticas generalizadas y se caracterizan por una pérdida breve de conciencia, que suele durar entre 15 y 30 segundos.
¿Cómo se manifiestan?
Durante la crisis, el paciente se queda inmóvil, mirando fijamente al vacío y deteniendo bruscamente la actividad que estaba realizando, como si quedara “congelado”. No responde si se le llama o si se le toca, como si estuviera desconectado del entorno —de ahí el nombre de crisis de ausencia.
Tipos de crisis de ausencia
Existen dos tipos principales: ausencia típica y ausencia atípica, diferenciadas por su duración y síntomas. La ausencia típica es la más frecuente en niños.
Ausencia típica
El paciente queda con la mirada fija y suspende brevemente la actividad, sin llegar a caerse. Por ejemplo, si está comiendo, puede quedarse con el cubierto a medio camino sin que llegue a caer.
Ausencia atípica
Además de la desconexión, pueden aparecer:
- Parpadeo rápido o aleteo de los párpados.
- Movimientos de boca como masticar o tragar.
- Chasquidos de labios u otros automatismos.
Tienen un inicio y un final menos bruscos y suelen durar un poco más que las típicas.
Después de la crisis
Al finalizar el episodio, el niño retoma la actividad previa con total normalidad, sin recordar ni ser consciente de la breve interrupción. La frecuencia es variable: pueden aparecer una o múltiples crisis al día.
Causas y factores de riesgo
En la mayoría de los casos no se conoce una causa específica. Sin embargo, existen factores que aumentan la probabilidad de padecerlas:
- Edad (más frecuentes en niñas entre 4 y 14 años).
- Antecedentes familiares de convulsiones (presentes en aproximadamente el 25%).
- Predisposición genética.
- Desequilibrios en los neurotransmisores.
Dado que ocurren principalmente en niñas y durante la infancia, a menudo se confunden con falta de atención. Durante esos segundos de desconexión pueden perder instrucciones o información importante en clase, lo que puede generar frustración.
Si las crisis son frecuentes y no están bien controladas, también pueden afectar la relación con sus compañeros y favorecer el aislamiento social.
Pese a ello, son niñas con desarrollo normal y exploración física igualmente normal, lo que dificulta la identificación y el diagnóstico.
Desencadenantes
En situaciones cotidianas, algunas circunstancias pueden desencadenar las crisis:
- Estímulos visuales (luces intermitentes o destellos).
- Falta de sueño.
- Estrés.
- Consumo de alcohol o drogas.
Riesgos y posibles complicaciones
Aunque durante las crisis el paciente permanece quieto, ciertos contextos pueden resultar peligrosos. Por ejemplo:
- Si la crisis ocurre en el baño, existe riesgo de caídas y traumatismos.
- Si se produce mientras nada, puede llegar a ahogarse.
Dificultad para el diagnóstico
Al tratarse de niños con aspecto y desarrollo normales, a menudo se interpretan como falta de atención, sueño o distracción, lo que retrasa el diagnóstico. Se recomienda a los padres grabar un vídeo cuando presencien un episodio, pues es de gran ayuda para el neurólogo, dado que la exploración física suele ser normal.
Pruebas diagnósticas
El diagnóstico se basa primero en la sospecha clínica y posteriormente en la confirmación mediante un EEG, que muestra un patrón característico de ondas punta–onda lenta de 3 Hz, aunque esto solo se observa durante la crisis.
El TAC o la resonancia magnética no confirman el diagnóstico, pero pueden ser útiles para descartar otras causas neurológicas, como tumores u otros tipos de convulsiones.
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Tratamiento
El tratamiento principal consiste en medicación anticonvulsiva:
- Etosuximida: fármaco de primera elección, excepto si las ausencias se acompañan de crisis tónico–clónicas.
- En esos casos, se prefieren ácido valproico o lamotrigina.
El médico seleccionará el tratamiento más adecuado y ajustará la dosis según la edad, peso y respuesta del paciente.
La mayoría de los niños logran un control completo de las crisis con el tratamiento adecuado.

Pronóstico
Las crisis de ausencia típicas suelen desaparecer en la edad adulta, especialmente cuando se controlan adecuadamente durante la infancia y adolescencia. Sin embargo, las ausencias atípicas o las que comienzan en la edad adulta pueden persistir y evolucionar hacia crisis tónico–clónicas.
Prevención
Para reducir la aparición de crisis se recomienda:
- Seguir estrictamente la medicación indicada por el neurólogo.
- Mantener un horario de sueño regular.
- Evitar factores desencadenantes, especialmente situaciones de estrés.
- Llevar un estilo de vida saludable, con dieta equilibrada y ejercicio físico.
Lo que debes saber…
- Las crisis de ausencia son un tipo de epilepsia generalizada que provoca desconexiones breves y repentinas, en las que el niño queda inmóvil y con la mirada fija, sin ser consciente del episodio.
- El diagnóstico puede ser difícil, porque los niños tienen un desarrollo normal y los episodios pueden confundirse con distracción o falta de atención; se confirma principalmente con el EEG, que muestra un patrón característico.
- El tratamiento con fármacos anticonvulsivos suele controlar completamente las crisis, y en la mayoría de los casos las ausencias típicas desaparecen en la edad adulta; además, el control de desencadenantes y un estilo de vida saludable ayudan a prevenirlas.





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