El aparato cardiovascular lo componen el corazón y los vasos sanguíneos, arterias y venas. La función del corazón, como ya es sabido, consiste en el bombeo de la sangre para que ésta circule a través de las arterias para llevar al organismo oxígeno y otros nutrientes y recoger por las venas los productos de desecho.

El corazón consta básicamente de cuatro cavidades, dos aurículas y dos ventrículos. Las aurículas funcionan como cámaras de entrada de la sangre desde las venas, mientras que los ventrículos impulsan la sangre hacia las arterias. El control del paso de unas a otros se realiza por las válvulas; de esta manera el corazón funciona como una bomba hidráulica.

Tanto el corazón como los vasos sanguíneos presentan una estructura similar: una capa interna o íntima (endocardio en el corazón), una capa muscular, especialmente importante en los ventrículos y casi inexistente en las venas, y una capa externa (adventicia) de material fibroso que protege el conjunto.

Con el paso del tiempo las arterias pierden elasticidad a causa del aumento del grosor de la pared media muscular, lo que dificulta el paso de la sangre por el estrechamiento del calibre del vaso y facilita el desarrollo de hipertensión arterial. También se produce un depósito de grasas (colesterol) en la íntima, que se calcifican formando placas, lo que aumenta el tamaño de la pared arterial y empeora la rigidez.

En las venas lo cambios son escasos y tienen lugar básicamente en las extremidades inferiores.  Debido a la delgadez de la capa media muscular las venas sufren de manera importante el efecto del peso de la columna de sangre y si no puede compensarse (con el movimiento de las piernas, por ejemplo) aparecen las varices.

Cambios múltiples en el corazón

  • Aumento del grosor de la pared del ventrículo izquierdo por aumento del colágeno  y la grasa entre las células musculares, que disminuyen en número.
  • Aumento del grosor de la capa interna de todas las cavidades cardíacas.
  • Aumento del grosor de las válvulas cardíacas, que además se calcifican.
  • Disminución de las células “marcapasos” (las células cardíacas encargadas de crear la electricidad que genera el latido del corazón), con fibrosis del tejido de conducción del impulso eléctrico.

Las consecuencias de estas modificaciones son muy importantes:

  • Menor capacidad de tolerancia al ejercicio,  con mayor dificultad para recuperarse de él.
  • Mayor dificultad tanto para llenar las cavidades cardíacas (diástole) como para vaciarlas (sístole), pudiéndose llegar a la insuficiencia cardíaca.
  • Mayor dificultad para  el correcto movimiento de apertura y cierre de las válvulas cardíacas, lo que a la larga influye en la función general de bomba del corazón.
  • Aumento de los períodos en que se pierde el ritmo regular del corazón (arritmias), de forma que la regularidad de llenado y vaciado de las cámaras cardíacas se ve afectada. En ocasiones se pueden crear remolinos en el flujo de la sangre que pueden  facilitar la aparición de coágulos que posteriormente pueden viajar por las arterias y bloquear la circulación de la sangre (trombosis y embolias)
En definitiva

Todos estos cambios producen una disminución de la capacidad de reserva funcional cardiovascular y son independientes de los efectos del tabaquismo, la arterioesclerosis u otras enfermedades. Esta disminución de la reserva quiere decir que, aún en situaciones de aparente normalidad, es muy fácil que se pueda producir una insuficiencia cardiovascular y que el restablecer la normalidad sea más complicado que en personas de menor edad y requiera periodos de convalecencia más largos.

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