En realidad, no es de extrañar que existan fobias relacionadas con la alimentación, pues se trata de un acto muy cotidiano y fisiológico, pero donde a veces también volcamos gran cantidad de emociones y sentimientos; tenemos contacto con alimentos de muchos tipos, colores, olores, texturas, temperaturas, etc.

¿Qué son las fobias?

Las fobias se incluyen dentro de los trastornos de ansiedad y las fobias específicas se definen como el miedo o ansiedad intensa por un objeto o situación específica (volar, alturas, animales, espacios cerrados, inyecciones…). La mayoría de las fobias se inician en la infancia o adolescencia. Entre las causas que las provocan sabemos que pueden ser una situación estresante, un acontecimiento traumático. Incluso existen fobias aprendidas o imitadas de un familiar cercano que padece una determinada fobia y el niño o niña acaban imitando su comportamiento hasta el punto de interiorizarlo y experimentarlo como propio. Para determinar que estamos hablando de una fobia, tenemos que saber que en las fobias el objeto o la situación que la provoca casi siempre causa miedo o ansiedad inmediata e intensa. Además, esta situación de miedo y ansiedad es persistente, durante seis meses o más.

Las personas que padecen una fobia suelen reconocer que se trata de un comportamiento irracional y exagerado, pero a pesar de ello siguen evitando o tratando de evitar el afrontamiento de estas situaciones o estímulos. En determinados casos esto les causa gran interferencia en su vida cotidiana.
Dentro del mundo de la alimentación y los alimentos podemos encontrar diferentes tipos de fobias y de hecho podrían existir tantas fobias como alimentos existen, y más. Vamos a ver los más habituales.

Fobias relacionadas con la alimentación

También se pueden desarrollar fobias a un determinado alimento y a ciertas acciones relacionadas con la alimentación, como el mero hecho de tragar. Quien la padece evita activamente el alimento o situación y su reacción es desproporcionada al peligro real que plantea el objeto.
Con la alimentación vemos en muchas ocasiones familias enteras que rechazan por norma un determinado alimento, esto podríamos decir que es simplemente un aprendizaje social ya que muchas de las cosas que aprenden nuestros hijos lo hacen por imitación en lo que han observado. Si en este caso la reacción de rechazo es exagerada y de evitación activa podría llegar a ser una fobia.

Neofobia

Así es como llamamos al rechazo de una persona por probar nuevos alimentos. El típico “no quiero, no me gusta” de un niño que jamás ha probado ese alimento y que además se acompaña de los típicos gestos y malas caras para mostrar su “asco” y su rechazo.
En cierto modo, todos podríamos decir que tenemos un grado de neofobia cuando evitamos incorporar alimentos que no forman parte de nuestra cultura o nuestros hábitos alimentarios, pero a no ser que nos vayamos a vivir en el seno de una tribu insectívora, esto no nos genera una alteración de nuestra vida diaria.
Hablamos más comúnmente de neofobia en la infancia, de hecho, la neofobia se puede entender como un mecanismo de defensa, pues un niño que no tuviera miedo o rechazo por comerse algún alimento nuevo o que no le resulta conocido sería más proclive a acabar intoxicado por algún producto nocivo. Por ello, según sabemos, la neofobia alimentaria infantil es habitual y no significa que el niño o niña sea un “mal comedor”, sino que es una característica infantil frecuente que tiende a desaparecer con el tiempo y existe además una cierta predisposición genética. Lo más importante y sobre lo que sí podemos influir es en la actitud de los padres y cuidadores frente a la comida e incluso frente a los comportamientos de la criatura ya que pueden ayudar a diluir la situación, o de lo contrario agravarla, incrementando el rechazo e instaurando la fobia.

Fagofobia

La fagofobia consiste en la fobia a tragar los alimentos. Lo que motiva el rechazo a la comida es el temor por ahogarse o asfixiarse en el momento de tragar los alimentos. Aunque de entrada parecería que dicha fobia se produciría con los alimentos sólidos, también puede pasar con líquidos. La fagofobia se puede producir a cualquier edad y generalmente se asocia a un episodio de atragantamiento que la persona interioriza como un suceso traumático que evita volver a padecer. Por eso se recomienda:

  • Cuando el hecho es ir introduciendo progresivamente texturas más consistentes en un niño o niña, el manejo será mayoritariamente alimentario, siguiendo los consejos de modificación progresiva que nos puede ir indicando un nutricionista. Ahora bien, cuando se trate de una fobia postraumática es recomendable acudir a un psicólogo que pueda guiar en el tratamiento de la fobia.
  • Si el problema es la ingesta de sólidos (aunque no es la única posibilidad, es la más frecuente), debemos empezar por servir purés muy licuados, que poco a poco iremos espesando hasta llegar, de manera gradual, a un puré cada vez más espeso y finalmente a alimentos sólidos.
  • En los purés que cada vez van a ser más espesos, empezaremos progresivamente a introducir pequeños trocitos fáciles de desmenuzar, y cada vez iremos aumentando la presencia de estos “grumos” grumos o trocitos, y el tamaño de ellos.
  • Los primeros alimentos sólidos que podemos incluir pueden ser la sémola, el puré de patata con tropezones, el huevo pasado por agua, el pescado al vapor o hervido, el calabacín hervido, etc.
  • Si la introducción de alimentos es muy lenta y dificultosa tendremos que asegurarnos de que la alimentación no está resultando deficitaria. En caso afirmativo suplementar de la manera adecuada a cada caso.
  • Cuando la fobia se debe al consumo de líquidos podemos recurrir al uso de espesantes para ingerir incluso el agua a base de gelatinas o purés, y poco a poco ir tendiendo a una consistencia más líquida a la inversa de cómo lo hacíamos con la fobia a sólidos, hasta llegar a poder ingerir los líquidos sin espesar.

Cibofobia

Se define como el temor a comer y a los alimentos en general, más relacionado con la seguridad alimentaria que no con alimentos concretos. Una persona que sufre cibofobia está permanentemente preocupada por sufrir una posible intoxicación alimentaria o una alergia, revisando de forma exagerada el buen estado de los alimentos, la fecha de caducidad, etc. Esta fobia puede darse tras un episodio traumático, en este caso tras haber padecido una intoxicación o alergia que haya supuesto un proceso alarmante y desagradable para la persona.

Micofobia

Aquí hablamos del terror a consumir hongos o setas y el posible riesgo de envenenamiento. Las personas que padecen micofobia, según el grado en que la padezcan, puede que tengan miedo también a tocar hongos o incluso a verlos.

Lacanofobia

Es lo que definimos como miedo a los vegetales, y puede darse hacia un solo vegetal o a varios, y es que por muy inofensivo que pueda parecer si su ingesta se ha acompañado de una situación traumática, la aversión puede llegar a ser tan intensa que se desarrolle esta fobia. A veces está relacionada con el hecho de haber encontrado insectos entre las hojas y el miedo a poder comer algún pequeño bichito si comemos vegetales. Otras veces la fobia puede generarse si se ha forzado la ingesta de este vegetal en la infancia.

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Lo que debes saber…

  • A pesar de que al pensar en fobias no es lo más habitual asociarlas a alimentos, también existen fobias de distintos tipos relacionadas con la alimentación.
  • Las fobias se incluyen dentro de los trastornos de ansiedad y se definen como el miedo o ansiedad intensa por un objeto o situación específica, en este caso, un alimento o la necesidad de tragar.
  • Las fobias más comunes dentro del ámbito de la alimentación son la neofobia alimentaria, muy habitual en la infancia, y la fagofobia.